¡Hola! Soy Lucila Canero y soy pastelera. Nací en Buenos Aires, aunque llevo más de una década en Barcelona, donde me formé y trabajé junto a grandes maestros como Raúl Bernal, Albert Roca y Takashi Ochiai. Desde que llegué, me sumergí en el mundo de la alta pastelería y en los obradores más reconocidos de la ciudad. Fue un viaje increíble que me permitió unir tradición y creatividad, aprender técnicas y, al mismo tiempo, descubrir mi verdadera pasión: crear una pastelería en total armonía con mis valores y mi estilo de vida.

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Siempre he estado dividida entre el amor por los postres de restaurante y la pastelería de tienda. Trabajé en obradores, hoteles y restaurantes, donde tuve la oportunidad de liderar proyectos, diseñar cartas y estar al frente de equipos. Pero cuando llegó la pandemia, sentí que era el momento de dar un giro a mi vida. Tenía que hacer algo diferente. Así fue como en 2021 nació La Luciérnaga, mi pastelería 100% vegetal y sin gluten, que funciona exclusivamente online.

Desde La Luciérnaga, me dedico a hacer pastelería para quienes no encuentran opciones tradicionales: personas con intolerancias, quienes siguen una dieta vegana o, simplemente, quienes valoran una propuesta sostenible y consciente. Quería demostrar que se puede hacer un postre de alta cocina sin huevos, sin leche y sin mantequilla. Hoy, la mitad de mis clientes no tienen alergias ni intolerancias, pero eligen nuestros productos por la calidad y el compromiso que hay detrás de cada uno de ellos.

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Para mí, el respeto por el medio ambiente y el impacto social de mi trabajo son fundamentales. Cada pastel y cada galleta que sale de La Luciérnaga se elabora por encargo, con ingredientes ecológicos, de proximidad y/o de comercio justo, para reducir el desperdicio alimentario y garantizar que todo lo que entregamos esté recién hecho. Colaboramos con un proyecto local de permacultura para obtener flores y hierbas comestibles, y nuestros desechos orgánicos van a su compostera. En La Luciérnaga, miramos más allá del producto: pensamos en el 360° de lo que significa ser sostenible.

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Todo esto no es solo un trabajo, es parte de mi forma de vida. Tengo dos hijos pequeños y, para mí, es esencial que mi negocio también sea humano, que respete nuestros ritmos. Cerramos los domingos, por ejemplo, porque además de hacer una pastelería responsable, quiero que mi equipo y yo tengamos calidad de vida.

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A lo largo del camino, también he empezado a compartir mis conocimientos a través de talleres, formaciones y asignaturas, donde enseño mis recetas más tradicionales con ingredientes de origen vegetal y sin gluten. Mi objetivo no es solo crear postres deliciosos, sino también hacerlos más inclusivos, sin renunciar al disfrute. Cada vez más personas buscan postres más ligeros, con ingredientes nobles, pero que sigan siendo irresistibles.

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Mi pasión está en cada detalle, en demostrar que se puede hacer pastelería cuidando de las personas y del planeta. Estoy convencida de que el futuro de la pastelería es este: productos que no solo sean ricos, sino que también hagan bien.